viernes, 20 de julio de 2012

formación de un perfumista


La entrada en escena de las materias odoríferas artificiales no desplazó la figura del maestro perfumista, pero contribuyó a modificar la tradición.
El perfumista moderno debe poseer unas aptitudes naturales para el olfato y, además, experiencia de laboratorio, pero también conocimientos químicos y farmacológicos adquiridos en una escuela superior.
En consecuencia, su formación en el «arte del perfume» ya no se limita al territorio de un determinado maestro y a los conocimientos que éste quiera transmitirle.
Los aspirantes a perfumistas, sin olvidar que deben completar sus conocimientos y desarrollar su capacidad en los laboratorios de las grandes casas de perfumes, pueden seguir estudios en Francia, en la Ecole Givaudan-Roure de Argenteuil, en el Institut Supérieur International du Parfum, de la’Cosmetique et de l’Aromatique Alimentaire de Versalles y en la Universidad de Montpellier; y en Italia; en la Universidad de La Sapienza de Roma.
perfumes
La debida clasificación, etiquetación y conservación de las esencias es uno de los pilares en los cuales se. sustenta el complejo entramado que conlleva la elaboración de un perfume.

El desarollo del perfumista a través del tiempo



Como se ha venido desarrollando el perfumista.


A lo largo de la historia, el oficio de perfumista ha estado imbuido del hálito del artista. Eugéne Rimmel; conocido perfumista francés del siglo XIX; exigía para este especialista la consideración de artista, ya que; como el pintor o el músico que buscan en los colores o en los acordes el modo de imitar a la naturaleza, el perfumista trata de imitar «el perfume de todas las flores que se rebelan contra su destreza». En esta destreza, precisamente, se asientan el oficio y el prestigio del perfumista, los cuales, a su vez, se desarrollan mediante la experiencia y el estudio de las propiedades de las materias que intervienen en la elaboración de los perfumes. El «arte del perfumista» consiste, por tanto, en la conjunción de los conocimientos científicos, la experiencia personal y el talento para el trato y la combinación de los elementos aromáticos. Como ocurre con todas las artes antiguas, el origen de la perfumería es oscuro y, por ende, también el de los perfumistas. Probablemente estuvieron ligados a los ritos religiosos, pero también a los usos domésticos, como es el caso de los egipcios. Se sabe así mismo que, dada la escasez de perfumistas, en la Antigüedad hubo mujeres refinadas que se encargaron de su tocador y de la elaboración de los cosméticos para su acicalamiento personal. Sin embargo, las dificultades para conseguir determinados productos exóticos y la complejidad de las fórmulas para obtener una fragancia armónica, acabó por dejar en manos de especialistas la producción de los perfumes. Estos especialistas, en general, conocían las propiedades y los efectos de las plantas, y era frecuente que fuesen boticarios. En la Biblia se utilizan indistintamente los términos «boticario» y «perfumista», porque, según Rimmel, «ambos oficios eran uno solo». El perfumista ha desarrollado su oficio rodeado de un aura de secretismo y; en cierto modo, al margen de los estudios académicos. El peso de la experiencia práctica para el dominio de una materia tan versátil, evanescente y «voluble» como el olor ha establecido históricamente la preponderancia de la figura del maestro perfumista, dueño y señor de los secretos de su arte, como única fuente de conocimientos a la que podían recurrir los aspirantes. Estos viejos maestros, celosos guardianes de su saber, apenas se mostraban dispuestos a transmitir a sus discípulos los secretos de su arte; antes bien veían en ellos extensiones menores de sí mismos, sumisos ejecutores de sus intocables fórmulas.